Al pasar el alto de Azkan y llegar abajo giraremos a la izquierda y enseguida pasaremos el rio Bayas. En primavera en las tierras colindantes los narcisos silvestres tiñen la pradera de amarillo.
Seguimos de frente y entramos en Bitoriano en una calle de chalets donde todos los perros te saludarán al pasar. Al final de la calle, hay un caserío que tiene un gran rebaño de ovejas y algunas vacas.
También está el caballo pinto que siempre me recuerda al señor Wilson, el caballo de Pipi Calzaslargas. En este punto volvemos a girar a la izquierda tomando la carretera "general" que va desde Bitoriano hasta Lukiano.
Seguimos por la carretera dirección Bitoriano hasta encontrar el cruce que sube al santuario de Oro. Enseguida las piernas empiezan a quejarse; aproximadamente 2 kilómetros de subida sin apenas descanso.
A kilómetro y medio más o menos encontramos un cruce a la izquierda que no cogemos ya que acabaríamos en Domaikia. Seguimos recto y tras pasar un paso canadiense, sabemos que nos queda la cuesta más dura de todo el recorrido.
Al llegar al primer parking, lo más duro ya ha pasado y enseguida divisaremos el santuario.
Al llegar al santuario lo rodearemos y subiremos hacia el cresterío por las rocas.
La cima es fácil de ver, pues hay instaladas unos repetidores de televisión que no pasan desapercibidos. Siguiendo el cresterío no hay pérdida. Al fondo podemos ver (si no hay niebla) las cimas de Gorbeia y Anboto.
Para la vuelta optamos por el camino que baja por detrás y que va a dar al santuario también. Esta es una zona con muchas vías de escalada.
En el santuario, se puede refrescar el gaznate en la fuente o bien en el bar/restaurante Atzabal. Os recibirá un mastín muy mimoso (se llama Kius, pero es mejor llamarlo "quitaKius" para que se aparte) que sólo se pone nervioso cuando suenan las campanas del santuario.
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