viernes, 6 de enero de 2017

Monte Santiago

Ya era hora de orear un poco la sangre y salir de paseo! La pereza es como una mala hierba; si no la quitas acaba inundándolo todo. El antídoto, calzarse las zapatillas o las botas y sacudirla con una buena caminata.
Esta vez, nos hemos acercado al Monte Santiago. Una vez subido el puerto de Orduña, entramos en el parque por la puerta principal y dejamos el coche en el tercer parking.Tomamos un camino que nos lleva hasta el farallón a cuyos pies se encuentra Orduña. Mi tobillo cruje y refunfuña sin parar los primeros kilómetros, después cuando ve que no consigue nada,  el dolor parece que se difumina entre el sudor calentito de los pies y los paisajes agrestes. 

Llegamos a un mirador donde tomaremos otro sendero a la derecha paralelo al corte. Caminamos conversando con nuestras neuronas, entre hayas y hojas, se mezclan ideas de trabajo, familia, planes de futuro, yo que sé… De vez en cuando, dejamos a nuestras neuronas que jueguen un rato juntas, enredandose en charlas jocosas en una lengua que sólo ellas conocen. Se llevan bien. De vez en cuando, nuestros ojos se escapan entre la hojarasca buscando preciados hongos para después encontrarse embelesados diciendose “si la felicidad se vendiera a peso seríamos inmensamente ricos”. Sin darnos cuenta, llegamos al mirador del Nervión desde el que en estas fechas apenas cae un hilillo de agua que se nebuliza en la inmensa caida.

No podemos resistirnos a hacer algunas fotos graciosas con las estatuas del lobo y de los cazadores gigantes de lobos. Nos asomarnos a las trampas construidas para dar caza a este feroz animal.
Tras el paseo es tiempo de refrescar el gaznate y alegrar el estómago en Orduña. 



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