Partimos del pueblo, Vezdemarbán, cuando
todavía la niebla nos acompaña, baja,
pesada que cae escarchando cada brizna que se separa tan solo un milímetro del
suelo. Desde la calle Cinco Calles, en dirección San Pedro de Latarce,
caminamos dejando las dos primeras calles que salen a la derecha para coger la
tercera, un camino parcelario que sale a la altura de una granja de ovejas. Los
caminos agrarios se abren paso entre dos flancos de vegetación baja, juncos y
algunos cardos borriqueros cubiertos de un blanco níveo.
Poco a poco comienza a levantar la niebla
y ya nos deja vislumbrar un poco más alla de unos 30 metros. Los pocos mechones
de pelo que rebeldes se han escapado del gorro y del buff, ahora están
inmóviles, rígidos y cubiertos de escarcha. Avanzamos en el silencio, es como
si la imagen de la vida natural también estuviera congelada. Nada se mueve,
nada se oye. Tras dejar atrás otro camino que sale a la izquierda seguimos
adelante en linea recta.
Tras otra media hora, tomamos un sendero
que parte a la izquierda y comienza una leve subida hacia La Peña, un pequeño
otero donde hace años nuestros padres y abuelos iban a ver amanecer o
simplemente a merendar. La Peña que tiene una altitud de xxxx m. La ascensión
total es de XXX m. por lo que podeis imaginar que es un paseo que se podría
hacer casi a la pata coja, que es como voy yo desgraciadamente.
Al comenzar la leve subida la niebla
comienza a disiparse y nos descubre la cencellada más impresionante que
recuerdo. Los almendros desnudos y blancos, contrastan con el cielo cada vez más
despejado que va virando del blanco al azul. Cada bocanada de aire es un chute
de calma interior, de energía concentrada. Corremos con las cámaras de un lado
para otro para tratar de atrapar e inmortalizar lo efímero, de robarle al
tiempo a hurtadillas una imagen que quizás no volvamos a ver más.
Seguimos el camino que atraviesa el promontorio hasta descender por
un sendero estrecho al otro lado que nos lleva de nuevo a otro camino
parcelario. Una vez en él lo tomamos hacia la izquierda. Ahora el frio se hace
notar aún más, ya que el poco aire que circula nos da en la cara. Parece
mentira que el sol luzca radiante y no caliente apenas. Al llegar a la siguiente bifurcación tomamos
de nuevo a la izquierda y seguimos caminando hasta la siguiente intersección
donde tomaremos a la derecha para situarnos de nuevo en el camino de ida.
Pronto divisaremos la Iglesia de Arriba y
llegaremos de nuevo al pueblo, con las retinas rendidas ante tanta belleza.
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