sábado, 30 de abril de 2016

Ibón de Ordicuso

Esta mañana ha llovido en Panticosa, y las montañas han aparecido un poco más blancas que ayer. La temperatura también es más fresquita y aún más a medida que subimos hacia Baños de Panticosa.
Al llegar encontramos el parking muy animado, lleno de moteros que hacen rugir los motores de sus máquinas. En fín, para aquellos que buscamos en los parajes naturales un remanso de paz, esto es algo incomprensible. No critico el hecho de que se acerquen al balneario en el medio de transporte que consideren oportuno, pero ¿que necesidad hay de estar quemando gasolina continuamente? Es como si hiciéramos una quedada de montañeros en la Cibeles y nos dedicáramos a intentar hincar los piolets por doquier.
Así que con el runrún de los motores empezamos a subir por un camino que sale desde el embalse del balneario hacia la derecha (mirando en dirección a la corriente del río). Hay una pequeña edificación que resulta ser una fuente, aunque más bien parece una ermita de planta redonda. El sendero sube zigzagueando entre piedras, pinos y riachuelos esporádicos. A la izquierda, el ruido del agua de la cascada ha ido ocultando el de las motos.
Llegamos al final del pinar donde aparecen pintadas en rocas dos señalizaciones: Ordicuso y Argualas. Seguimos ya encima de la nieve siguiendo huellas de raquetas hacia donde pensamos que puede ir el camino de Ordicuso, pero la nieve está cada vez más blanda y enaguachada.
Nos encontramos con otros tres montañeros que se dan la vuelta porque la nieve está muy blanda. Tenían intención de subir al famoso Garmo Negro, pero se han confundido de camino y han seguido las huellas equivocadas.
Sin raquetas y sin poder atisbar los ibones (posiblemente tapados por la nieve), decidimos dar la vuelta y almorzar antes de entrar en el pinar.
El descenso es rápido y la vuelta a Panticosa también, pues nuestros amigos los moteros siguen disfrutando de la quema de combustible y del atronador ruido de sus motos. Balneario Baños de Panticosa, ¡el mejor lugar para relajarte!



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viernes, 29 de abril de 2016

Ibones de Bachimaña

Salimos del refugio "Casa de Piedra" de Baños de Panticosa con la intención de subir hacia los ibones de Brazato. El camino parte del viejo balneario subiendo unas escaleras. 
Apenas ascendemos 200 metros por el camino, encontramos nieve helada en esta cara norte, que es muy sombría.. No vamos equipados con crampones, así que decidimos dar la vuelta y dirigirnos hacia una zona más soleada, camino del ibón de Bachimaña.
Retrocedemos sobre nuestros pasos para coger el camino indicado hacia el ibón. La indicación está parcialmente borrada por lo que no sabemos si podremos llegar y cuánto tiempo nos costará.
Tras cruzar uno de los riachuelos que bajan hacia el balneario, comenzamos a remontar la cascada hasta llegar al mirador. El camino transcurre entre rocas y está preparado con un cable en alguna de las zonas, aunque no están demasiado expuestas. Una vez remontada la cascada, aparecen indicaciones para el "ibón de Bachimaña por Machos" cuyo camino gira a la derecha. Nosotros seguimos recto en busca de la solana. 

Al llegar a un claro las marmotas nos provocan con sus gritos, aunque no conseguimos verlas, y antes de volver a trepar por rocas, encontramos un puente que cruza al otro lado del río, que posiblemente conecta con el citado camino de Machos.
Seguimos adelante y pronto aparece la nieve en el camino. Está blanda y apenas reconocemos por donde sigue el camino. En este punto decidimos que la excursión ha merecido la pena: una mañana soleada en unos parajes bellísimos.
Volvemos al claro y al lado del puente, almorzamos al sol acompañados del ensordecedor ruido del río. 

A la vuelta en vez de cruzar por el puente tomamos un camino que baja directamente a la derecha del río hacia el refugio del balneario. Allí disfrutando de los 18 grados al sol, nos tomamos un café...




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jueves, 28 de abril de 2016

Punta Cucuraza

Partimos del telesilla de Panticosa y atravesamos todo el pueblo hasta llegar al cruce que indica hacia Baños de Panticosa... Más tarde nos daremos cuenta de que hubiera sido más corto subir recto al lado del río desde "nuestro" bonito apartamento (en realidad somos usufructuarios, ya que la propietaria es una amiga muy generosa...). 
Una vez en la carretera avanzamos en dirección a Baños y pasado el hostal Vicente y dejándolo a nuestra derecha, enseguida encontramos un camino de gravilla que sale a la izquierda. Esta pista asciende unos metros hasta una explotación ganadera donde las ovejas nos balan desesperadas, seguramente pidiendo auxilio. De hecho nunca he oído balar a las ovejas de esa manera cuando están pastando apaciblemente en el prado... Supongo que de ahí vendrá el refrán “Oveja que bala, bocado que pierde”.  
En fin, volviendo al camino, seguimos ascendiendo por la pista que se estrecha y ya no tiene gravilla sino piedrolas más gordas. A la izquierda sale enseguida un camino más estrecho que se interna en un robredal. En este cruce el olor a orines es considerable, la razón está aún por investigar. Tomamos el camino que está marcado con dos puntos rojos  y subimos entre robles y boj por un camino cómodo y mullido por la hojarasca. En la subida se atraviesa una cancela, o lo que es lo mismo, un somier viejo...
En este punto se pierde el camino y al entrar en el prado ascendemos unos metros por el pinar en dirección a un murete de piedra que seguimos hasta llegar a otra cancela. La atravesamos y tomamos el camino hacia la derecha. Muy pronto nos encontramos con unas vistas espectaculares del embalse de Búbal, la localidad de Puello y un paisaje de montañas nevadas al fondo de postal. El día está soleado aunque las montañas del fondo están coronadas por nubes.
Tras unas cuantas fotos, llegamos a un collado donde hay una bandera amarilla que no sabemos qué indica. En el centro, una roca desde donde las vistas también son inmejorables. El cuco no para de cantar, parece que este año tampoco nos vamos a hacer ricos, pues como es habitual no llevo ni un euro en la mochila.
Desde este punto se puede ver la pista que sube desde Lanuza, a orillas del embalse que lleva su nombre. Tomamos la pista hacia la derecha y zigzagueando llegamos al punto del track donde habíamos abandonado la pista para dirigirnos a Punta Cucuraza. Más tarde nos daremos cuenta de que el camino se hace más visible si sigues unos metros más adelante, donde la pista y el terreno llegan al mismo nivel y no hay que trepar.
En estos metros de pista hemos visto un pájaro carpintero muy vistoso que salió volando del camino a nuestro paso. El camino hasta la Punta es estrecho y transcurre entre pinos y rocas.
Al final hay un mirador desde donde se ve Panticosa y el embalse de Búbal. Este es un buen sitio para disfrutar de un merecido almuerzo y un trago de agua.
Dos águilas planean frente al mirador, parece que también andan en busca de almuerzo.
Volvemos sobre nuestro pasos y al llegar al lugar que he citado anteriormente, donde la pista y el sendero están al mismo nivel, a la derecha se ve como desciende el sendero de bajada, primero entre pinos, después por unos claros donde los jabalíes han hozada  a sus anchas pues tienen toda la hierba escarbada en busca de alguna suculenta raíz.

Más tarde entramos en un hayedo, el camino está marcado de nuevo con puntos rojos. Pasada una fuente (Fuente del Arrabal)  y ya de nuevo en el robledal llegamos al punto de intersección que nos lleva de nuevo a la parte del camino por la que habíamos subido. Una excursión sencilla y para disfrutar de bonitas vistas.



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domingo, 17 de abril de 2016

San Tirso desde el santuario de Okón

Desde el pueblo de Bernedo en la falda norte de la Sierra de Cantabria, nos desviamos hacia la ermita de Okon, donde aparcamos. 
Cruzando el parque y dejando los columpios a nuestra derecha se vislumbra el camino que asciende, al principio fuertemente. Enseguida nos encontramos con el primer cruce que indica hacia San Tirso y hacia el puerto y seguimos ahora ya en el bosque. 
Los boj típicos de la montaña alavesa flanquean ambos lados del camino junto a las hayas. El camino asciende y llegamos a otro cruce que indica hacia abajo a los caleros y a nuestro objetivo hacia arriba. Seguimos subiendo, el sendero se estrecha y comienza a zigzagear siempre a la sombra.
A izquierda y a derecha salen algunos senderos bien señalizados que llevan a puertos que habrá que investigar algún otro día, o a Villafría otro de los pueblos desde donde se puede partir hacia San Tirso.
Ya prácticamente arriba, nos damos de frente con un gran peñón (el “bonete de San Tirso”) el cual bordeamos y desde allí divisamos ya la cima.
Tras el bonete pasamos al lado de otra peña en la que está incrustada otra ermita, que puede servir de refugio, pues está abierta.

A partir de este momento, empieza la trepada hacia la cumbre. Todos los sentidos concentrados en los pasos para evitar cualquier caída, que en un terreno tan rocoso siempre es peligrosa. 
Al llegar a la cima nos espera un gallo que descansa sobre el buzón del pico. Al sur se puede ver La Rioja Alavesa e incluso el pico San Lorenzo, nevado en esta época. Al norte se ve el Gorbea y toda la Montaña Alavesa. El día no está nítido del todo pero las vistas son buenas. 
La cima es muy rocosa y apenas hay sitio para acomodarnos todos los que hemos subido... Al sur hay un corte impresionante y sopla el viento frío del norte, así que comenzamos el descenso.





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viernes, 8 de abril de 2016

Un rincón para encontrarte

Hay lugares que desprenden un aroma a magia, a espiritualidad y este es uno de ellos. Son de esos rincones que tienen cierto magnetismo, que te acogen, te invitan a meditar, te llaman cuando necesitas encontrarte a ti mismo y a la madre Gea.
Partimos de Ametzaga-Zuia, una tarde gris, húmeda. Aparcamos los coches en un pueblo cercano. Los caminos embarrados, la hojarasca cubriendo el suelo de los bosques y el caminar monte a través daban al paseo un halo de aventura y romanticismo.
Tras un fuerte descenso en busca del río, las risas y el alboroto de los paseantes rompían el silencio misterioso del hayedo. El color cenizo del cielo se filtraba entre las ramas desnudas, también grises, y éstas contrastaban con los marrones de las hojas del suelo y el verde brillante de los musgos.
Ya en el camino ancho, enseguida encontramos una senda estrecha que al girar a la derecha nos dejaba boquiabiertos ante una enorme cascada, a la izquierda una roca con una cavidad que bien podría cobijarnos de la lluvia. El agua juguetea entre las rocas, las pozas, la vegetación, el lugar tiene algo de mágico: azuza la imaginación, invita a soñar despierto.
Acompañamos las aguas hacia abajo, a la orilla, serpenteando con ellas, hasta que se funden con las de otro río. Y seguimos tras cruzarlo, todos juntos a la izquierda. 
Sin camino, el agua nos lleva, hasta el puente, al lado de una cabaña donde de nuevo se precipita al vacío kamikaze, deleitándonos de nuevo con su algarabía de gotas desmadradas que morían en el remanso de la poza. ¡Qué curioso contraste! Ahora ruido y alboroto, ahora silencio y calma. Arriba grises, abajo color...
Y el paseo va llegando a su fin al pisar la brea del asfalto.

¿Sabes de que lugar te hablo? Encuentra tu rincón, seguro que sin saberlo, está a la vuelta de la esquina.




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