martes, 11 de noviembre de 2014

Mirutegi y Baio

Hoy muy temprano han abierto la  puerta de mi habitación y al minuto me he percatado de que no era un sábado al uso. Enseguida, me han llamado y al ver que se abría el capó del coche, no cabía en mí de júbilo. Me ha costado un poco dar el salto al maletero, en parte por los nervios y en parte porque estoy un poco gordita. Al parecer me llevan al monte, bueno a dos... ¡qué aventura! 
Tras una corta siesta, la puerta se ha vuelto a abrir y cuál ha sido mi sorpresa que he aparecido en un pueblo lleno de perros alborotadores.  Les he oído decir que era San Román de San Millán (bueno, uno ladraba en euskera y decía Durruma Donemiliaga). Jordi no ha venido con nosotros; esta semana lo he notado un poco bajo de energías. Andará "pa_chucho". Txelo ha venido con esos otros dos que a veces vienen a casa y juegan conmigo.
La ruta comienza en el pueblo y está bien señalizada. Enseguida hemos comenzado a subir (como siempre) por una pista. Los olores del otoño y de otros colegas que han marcado su territorio previamente me han mantenido muy entretenida. A veces oía: ¡Lluna, seu! y me hacían una foto. La verdad, no acabo de entender por qué esa manía de ir siempre hacia arriba. A una le pesan los años y también los kilos... De pronto hemos dejado la pista para coger un sendero a la izquierda...
La cosa se ha puesto más interesante; algún excremento de animal de olor exquisito, un barrizal de primera categoría para embadurnarme a placer, algún riachuelo para refrescarme las patas y el gaznate... La cuesta cada vez más pronunciada, se interna en un bosque de hayas con el suelo cubierto de hojarasca. ¡Qué delicia el sonido de las hojas secas bajo mis pezuñas! Esto se merece otro revolcón... ¡Qué delicioso perfume!
Al salir del hayedo, no contentos con llevarme con la lengua fuera, he tenido que hacer virguerías caninas para trepar por unas rocas, y eso que tengo cuatro patas. No sé cómo lo hacen ellos sobre dos. Al llegar arriba, para mi grata sorpresa, encontramos unos prados donde he podido corretear todo lo que he querido (bueno, mejor dicho, todo lo que he podido). El viento me ha peinado bien la melena... ¡qué guapa me he puesto! 
Txelo me ha atado al lado de una cruz... le da miedo que me caiga  por un cortado.  Tras las fotos de rigor en la cumbre del Mirutegi (1166), nos hemos dirigido al Baio (1198)... Bueno, creo que se llamaban así... A mí la verdad es que me da igual, pero Eduardo le da mucha importancia a eso de los nombres y no hacía más que repetírmelo.  Tras cinco minutos de contemplar el paisaje (¡qué aburrimiento!) empezamos el camino de vuelta. 
Hemos parado un rato al lado de un tronco caído y Eduardo me ha dado unas galletas y un poco de agua. Me cae bien ese tipo. Luego en el camino de vuelta hemos jugado un rato al "corre que te pillo". Aunque todo hay que decirlo, me ha vuelto loca con tanta foto. Igual es que me van a hacer mendigüevera honorífica del Arabamendi. 
Al llegar a casa Jordi ha salido a recibirnos. Lo he encontrado mucho mejor que los días pasados y ha dicho no sé qué de butifarras y huevos fritos, pero yo ya no estaba para más fiestas, así es que les he dejado a su aire...

¡Guau!
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