Hoy tocaba recorrer la parte del GR11 que discurre entre los refugios
de Bachimaña y de Respomuso… Una etapa accesible si no fuera por el maldito
collado de Tebarray... Hablamos con los responsables del refugio de Bachimaña… Uno nos animó a
intentarlo… Otro, a mi modo de entender más cauto, nos dijo que la cosa no era lugar para ensayos…
Aunque al final acordamos que lo mejor era llegar al collado, verlo y decidir sobre la marcha, creo que yo ya tenía decidido de antemano que
no iba a intentarlo... Además, con estampas tan espectaculares como esta de los Infiernos, yo ya daba por amortizado el día...
Habíamos desayunado a las 7,30 para comenzar a patear a las 8,30. Por contratiempos ajenos a nuestra voluntad, tardamos casi una hora en recorrer la margen occidental del embalse de Bachimaña y llegar
al Llano de la cascada de los Azules…
En ese llano, intersección de los caminos que llevan a
Respomuso, Puerto de Marcadau y Bramatuero, una marmota nos increpó
repetidamente desde una roca… Yo creo que intentaba decirnos que no era buena
idea cruzar el collado de Tebarray…
Llegamos al espectacular paraje del ibón Azul inferior, con los picos del
Infierno al fondo. A pesar de que la rodilla de Eduardo no tenía su mejor día, decidimos
continuar… Llegamos al Azul superior…
Y ya que estábamos allí, ¿por qué no practicar con el piolet y los crampones remontando la pala que nos separaba del collado del Infierno? Dicho y hecho… Doloridos cada uno en sus partes y golpeados por el calor,
remontamos la pala...
Y llegamos al collado, donde nos dimos un atracón mientras
contemplábamos el lago Tebarray y su maldito collado, desde donde llegaban
algunos intrépidos que lo habían atravesado con cara de no haberlo pasado muy
bien…
Como estaba previsto, decidimos regresar al refugio de Bachimaña… Y el
descenso hasta el Llano de la cascada de los Azules fue un calvario…
Menos mal que en este
spa natural nos refrescamos y descansamos lo necesario como para proseguir el
camino… Tanto que Nuria se atrevió a animarse a descender hasta el aparcamiento
de Baños de Panticosa…
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Habíamos llegado al refugio de Bachimaña a eso de las 12. Tras recuperar fuerzas a base de embutido y frutos secos, nos acomodarnos como es debido: sacos en las literas, botas, piolets y bastones en las taquillas...
La verdad es que en un refugio no hay mucho que hacer (es la mejor forma de no distraerse con nada y dedicarse a contemplar el entorno, que a la postre es el objetivo de estas escapadas...), por lo que una vez reposados decidimos hacer otra minietapa por los alrededores del refugio... Preparamos una mochila con lo imprescindible y comenzamos a
zapatear por parte del camino que al día siguiente nos llevaría hasta el
collado del Infierno.
Tras superar el embalse del refugio, llegamos al ibón superior de Bachimaña…
¡Espectacular!
Al final del ibón, cruzamos el río por el paso de piedras que
hay junto al poste de señales. Tomamos a la derecha para ascender unos metros
por el camino del Puerto de Marcadau (o de Panticosa).
En cuestión de un
centenar de metros, abandonamos el camino y tomamos una senda hacia la derecha
que nos llevará a la presa del embalse de Bramatuero, no sin antes poner
nuevamente a prueba nuestro equilibrio cruzando más barrancos.
Tras merodear un rato y fotografiar
algunas de las especies animales que habitan Bramatuero, iniciamos el regreso por la otra orilla del ibón de Bachimaña.
La senda comienza en un antiguo refugio ubicado a las orillas del ibón… Entramos para
husmear un poco… Nada nuevo, tres colchones apolillados, unas botellas vacías y
un par de taquillas cerradas a cal y canto…
Tras media hora de recorrido, nos dimos un buen baño... Bueno, en realidad nos mojamos un poco los pies y los sobacos...
Después nos
encontramos con el premio de tener que superar un acantilado equipado con un
cable… ¡y nosotros sin nuestro kit de
ferrata!
Finalmente, ya en las inmediaciones del refugio, y tras habernos metido
otros 450 m. de desnivel, nos acercamos a lo que creíamos que era un sumidero del
embalse, aunque en realidad es una pequeña central hidroeléctrica instalada
para cubrir las necesidades del refugio.
Una vez en el refugio, tocaba ducha, caña, candy crash y cena de rancho…
Luego a la cama en compañía de dos americanos de Boston y de dos catalanes del
valle de Nuria… En contra de todo pronóstico y desmintiendo el tópico, a la
noche, ausencia de ronquidos y de flatulencias.
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Después de un primer intento fallido en el mes de abril, teníamos una cuenta pendiente con algunas rutas del Valle de Tena que parten del refugio Casa de Piedra, en Baños de Panticosa.
En efecto, llegamos a tierras oscenses con la idea de hacer a nuestro aire (es decir, al revés y en dos o tres días) la etapa 12 del GR11,
concretamente la etapa que discurre entre Sallent de Gállego y el Balneario de
Panticosa.
Teníamos previsto un primer día de aproximación, para salvar los 600 m. de desnivel que separan Baños de Panticosa del
refugio de Bachimaña, ubicado al lado del ibón inferior de Bachimaña.
Elegimos
subir por la ruta tradicional, dejando para otra ocasión el denominado camino
de los machos (¿cabrios?). La primera parte del camino, a pesar de las miniferratas y de sus bonitas
cascadas, no nos sorprendió mucho, ya que la habíamos recorrido tan solo hacía
un par de meses.
Además, el peso de las mochilas no invitaba a interrumpir la
marcha para disfrutar de las cascadas sobre el río Caldarés, aunque al final,
no pudimos resistirnos a la tentación de fotografiarnos junto a una de ellas…
A pesar de haber salido relativamente temprano, el sol ya pegaba fuerte… Habían anunciado
temperaturas cercanas a los 40 grados, y queríamos llegar al refugio a una hora
prudencial que nos permitiera descansar y dar un paseo vespertino alrededor de los ibones de Bachimaña y Bramatuero.
Cuando la prisa no aprieta, además de disfrutar del paisaje, te da tiempo
para reparar en la imagen de un regato, en la estampa que ofrecen los
rododendros recién florecidos…
Tras una hora de tranquila caminata nos plantamos ante la cascada del Fraile y empezamos a subir la empinada cuesta que
lleva su mismo nombre.
Una vez superada la pendiente pudimos ver la silueta del
refugio… A partir de ese momento las penas desaparecen y la imagen de una
cerveza con un bokata de jamón ibérico invade la mente.
Llegamos al refugio tras caminar durante 2:40 horas y haber superado un
desnivel de unos 568 metros… Una vez allí, nos registramos y procedimos a
disfrutar del entorno mientras dábamos buena cuenta de un merecido almuerzo.
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