Los pocos días en que las nubes están
castigadas sin salir, podemos divisar prácticamente desde casa la cumbre del
Gorbea. En invierno y primavera las probabilidades de verlo se reducen a unos
pocos días, aunque es en estas épocas cuando luce un copete de nieve que lo
hace más atractivo aún. Por ello, cada año esperamos a un día de estos para
ascender a la cumbre.
Este año, partimos del parking de las canteras aparcando junto a la caseta de información al lado de la carretera. En un principio queríamos partir del parking que hay tras atravesar el río en el parque de las canteras, pero este llevaba tanta agua que era imposible pasar con el coche como hemos hecho en otras ocasiones.Salimos por la pista más cercana a la caseta de madera.
Este año, partimos del parking de las canteras aparcando junto a la caseta de información al lado de la carretera. En un principio queríamos partir del parking que hay tras atravesar el río en el parque de las canteras, pero este llevaba tanta agua que era imposible pasar con el coche como hemos hecho en otras ocasiones.Salimos por la pista más cercana a la caseta de madera.
Ascendemos por la pista. Los riachuelos bajan alegres. Las hayas
comienzan a brotar, aunque todavía lo más verde que se ve es el musgo. Al
llegar al primer cruce cogemos a la izquierda, dirección Gorbea. La pista que
dejamos a la derecha lleva a cueva de Mairulegorreta, otro paseo muy
recomendable.
Subimos por la pista y la nieve aparece. Atravesamos
un bosque de hayas con una pendiente que reta a la gravedad. La nieve dificulta
el paso, está aguachada y se mezcla con el barro de la ladera.
Al alcanzar la loma del bosque seguimos subiendo por la pista, que más bien es un regato, hasta llegar a Arroriano. Una vez allí, la cima juega al escondite entre las nubes que van y vienen como locas huyendo del viento. Ahora se ve la cruz, ahora no se ve. El viento es cada vez más fuerte y más frío. A pesar de que intentamos aprovechar la huella de los anteriores es inevitable hundirse de vez en cuando en la nieve.
Al alcanzar la loma del bosque seguimos subiendo por la pista, que más bien es un regato, hasta llegar a Arroriano. Una vez allí, la cima juega al escondite entre las nubes que van y vienen como locas huyendo del viento. Ahora se ve la cruz, ahora no se ve. El viento es cada vez más fuerte y más frío. A pesar de que intentamos aprovechar la huella de los anteriores es inevitable hundirse de vez en cuando en la nieve.
Al llegar a la primera señalización de madera cogemos el camino de la derecha que nos lleva a las canteras por un camino distinto al que hemos utilizado para subir. Este camino tiene más nieve aunque pasado Pagazuri y siguiendo las huellas no es difícil seguirlo hasta llegar a otra señalización de madera donde cogemos a la izquierda hacia Murua. El camino de la derecha lleva a Zárate. Seguimos bajando por la pista hasta que la nieve se convierte en agua que corre por el camino, agua que también va desapareciendo a medida que avanzamos.
Ya casi abajo, el camino vira primero a
la izquierda y a unos 10 m. después a la derecha. Bajamos bordeando un pinar que
dejamos a nuestra derecha. Cuando
divisamos el coche, los pies se revuelven en las botas augurando su liberación.
Las cabezas ya están liberadas, el paseo ha sido un chute de endorfinas que
deberíamos recordar cuando se nos pegan
las sábanas...
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