La ida discurre de oeste a este, entre los poblados de El Lentiscal y Punta Paloma. De vez en el camino "principal" está atravesado por estrechos senderos que te llevan a la playa. Es un terreno de pino piñonero. En algún cartel se avisa que está prohibido recolectar los piñones, menester reservado a nativos con el correspondiente permiso. No obstante, como la recolecta ya ha se ha realizado en meses anteriores, Nuria no se puede resistir y se entretiene recogiendo algún que otro piñón. También está a punto de probar el fruto de un árbol local, aunque al final no se atreve.... Menos mal, porque después supimos que se trataba de una una manzana de Sodoma, altamente tóxica.
Llegamos a Paloma Baja, un poblado caótico, sembrado de señales de "prohibido todo"... Prohibido aparcar aquí, prohibido pasar por allá... Nos recuerda algunas "urbanizaciones" que han ido creciendo sin orden ni concierto y que, una vez se van de las manos, son imposibles de frenar...
Por fin bajamos a la playa de Punta Paloma (o de los Corrales), para regresar, esta vez por la costa, a nuestro punto de partida.
Por fin bajamos a la playa de Punta Paloma (o de los Corrales), para regresar, esta vez por la costa, a nuestro punto de partida.
Tras atravesar Cala Picacho llegamos a las denominadas Piscinas de Bolonia o Baños de Claudia. Se trata de unas formaciones de flish, donde hay puestos de terapias naturales, masajes y barros...
Bueno, y dejo de escribir antes de que nos lleve este maldito viento...